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Mostrando entradas de abril, 2021

JUGAR

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  Francisco nunca dejó de ser niño y pasa todo el tiempo jugando. Cuando chico lo hacía con soldaditos, cochecitos, las bolitas, el yo-yo, las figuritas, la honda; de adolescente con los deportes y la guitarra; de grande con el billar, el truco, viajando, y ahora de viejo con las palabras, inventando historias.                                                                         Fin.    Jugar  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

EL HUECO

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  El dolor del forúnculo lo tenía loco, la columna vertebral era una raíz entumecida que le destrozaba la carne al menor movimiento. Estaba sentado en un banco de la parada, esperando el colectivo. Medio anestesiado de tantas tabletas de analgésicos que venía ingiriendo, se sentía como aéreo, como si flotara, pero todavía sentía dolor. De pronto, del colectivo que acababa de parar bajó un amigo.     Pedrito, lo llamó.     ¿Qué tal va eso?, le preguntó Pedrito, con un movimiento de cabeza dirigido a su malestar.     Vení y haceme un favor, mirame el hueco, le dijo, dándose vuelta y subiendo la remera.     Que no es bueno reírse de los pesares ajenos todo el mundo lo sabe, pero con aquella frase y aquella actitud..., francamente, nadie en la parada puro reprimir la risa.                                                                                    Fin.  El Hueco  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 In

BIEN HECHO

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  Le contaba al reportero que hablaba al celular con la ex novia, delante del restaurante, cuando pasó un ladrón corriendo y le arrebató el celular de las manos. En seguida el malandro montó en la moto de un comparsa que lo esperaba con el motor encendido, listo para largarse de allí. A la noche cuando llegó a la casa de la novia actual le contó el percance Y ella, con cara de ofendida, le dijo: ya lo sé, te vi en la tele, y muy bien hecho, qué tenías que estar hablando con aquella otra.                                                                             Fin.  Bien Hecho  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

CAJONES DE VERDURA

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  Iba rumbo al supermercado en mi auto cuando de la nada cayó un cajón de verduras, a unos metros del auto; frené de inmediato y, lógico, puteando al desgraciado que había arrojado el cajón, pero no vi a nadie, ni detrás de un tapial ni espiando detrás de las ventanas. Bien, pateé el cajón destartalado contra el cordón de la vereda y seguí mi camino. Apenas bajé del auto en el supermercado, justo al lado de mis pies, me encontré un fajo de dinero, tres mil quinientos pesos. Bueno, pensé, casi una desgracia y una tremenda suerte; claro, que estaba hablando de mí no del que perdió el dinero. Pasaron varios días y yo iba en mi auto al trabajo cuando, de nuevo un cajón de verdura se estrelló delante del auto, y de nuevo no vi a nadie, pero cuando volvía al auto vi algo brillando cerca de las ruedas delanteras, era una gruesa cadena de oro, que a la semana vendí por doce mil pesos. Bueno, volví a pensar, casi una desgracia y una tremenda suerte; lógico, para mí no para el que perdió la cade

EL CACHORRITO DE RAZA

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  Salí a dar una vuelta para despabilarme, y para no quedarme encerrado en casa pensando en la malaria que estaba pasando por aquel momento. Mi andar sin rumbo me llevó hasta un barrio de ricos. Pensaba, mientras veía esas mansiones, que sus habitantes deben sufrir de cualquier cosa menos de penuria cuando vi un cachorrito de raza, un bulldog marroncito, chiquito y que cabía en el bolsillo de la campera, paseando muy tranquilo por la vereda. Apuré el paso porque correr significaba asustar al bichito, que se escurriría en cualquier enrejado, y también porque los vigilantes pensarían cualquier cosa menos algo bueno y se pondrían alertas. A pesar que me llevaba una media cuadra de ventaja casi en la esquina lo tenía a medio metro y de repente se metió en la última casa, que tenía el portón abierto. Me quedé paralizado pensando en la plata que me perdía por no haber corrido cuando pude hacerlo. Y allá estaba el cachorrito al lado de la fornida madre, me miraba a mí y la miraba a ella, de p

DULCERO

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  Nosotros tenemos una amiga entrañable, la Chechu. Viene a visitarnos tres o cuatro veces por semana, a veces sola y otras con el marido, y siempre trae algo dulce para comer. Mi nieta Camila (más que Khrisbell, mi otra nieta) y yo somos más dulceros que una mosca. Al principio, cada vez que se iba yo la saludaba con un "chau Chechu", pero la última vez que vino, juro que me salió sin querer, la saludé diciéndole "vas a venir mañana". Lo que pasa es que uno se acostumbra en seguida, qué le vamos a hacer.                                                                  Fin.      Dulcero  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

EL COLMO

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  Llovía a cántaros, parecía el diluvio universal, el fin del mundo. Las gotas castigaban con tal violencia las chapas usadas que arrancaron hasta los chicles que tapaban los agujeros sin clavos. El goteo incesante encharcaba el piso, los muebles, las camas, al perro, al loro, los preciosos libros de la biblioteca y a todos nosotros. Afuera era un solo mar y nuestra casa parecía una isla. Y el agua seguía subiendo y subiendo y no hubo forma de atajarla cuando empezó a colarse por debajo de las puertas, y como si no fuera castigo suficiente con toda esa penuria, cuando el agua empezó a llegarnos a las rodillas, se nos dio por ponernos a llorar.                                                                           Fin.  El Colmo  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

LA GRAN IDEA

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  La idea no podía fallar. Antes de cruzar la frontera fueron a la gomería que el traficante les recomendó donde el gomero les escondió la cocaína en la cámara de los neumáticos. Y en verdad la idea funcionó; burlaron todos los controles y rodaron sin problemas hasta Buenos Aires.     Ahora sí, se dijeron, después de vaciar las cámaras, vamos a darnos un par de jaladas para festejar. Al rato giraraban como dos trompos.                                                                           Fin.  La Gran Idea  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

MICRÓFONOS

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 "Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo", dijo Evelyn Beatrice Hall, y yo estoy de acuerdo con ella. Con lo que no estoy de acuerdo es en la disponibilidad de tantos micrófonos. Basta oír a ciertas personalidades a las cuales apenas abren la boca son dignos de lástima. Como diría don Esteban, el sabio: "Mucho micrófono y poca cultura" ¡Qué cosa extraña es el cerebro!                                                                               Fin.   Micrófonos  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

ANTIHÉROE

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  Cuando era chiquito, claro, creía en superhéroes. Así por culpa de creer en Superhijitus un día me subí a un árbol con un trapo a modo de capa y un paraguas, me tiré al aire y me hice bosta contra el piso. Y en otra oportunidad quise imitar a Tarzán y terminé con un brazo enyesado. Desde ese día empecé a creer en los antihéroes solamente. No rescaté a ninguna princesa de la torre oscura donde estaba prisionera de una bruja mala ni lideré ningún ejército contra el enemigo opresor, pero tampoco nunca más me pasó nada malo.                                                                             Fin.  Antihéroe  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

EL CONSEJO

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  La madre llegó a la emergencia con su pequeño hijo de cinco años en brazos.     Se cayó desde la terraza en la vereda queriendo imitar al loro, doctor, le dijo la madre, cuando el médico le preguntó qué le había pasado al chico. El médico lo examinó y le hizo los curativos correspondientes.     Después se acercó a la madre y le aconsejó que no siguiera cortándole una sola ala al chico, sino perdería vuelo y volvería a caerse.                                                                           Fin.    El Consejo  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

POR FUERZA DE CONTRATO

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  El escritor, por fuerza de contrato, accedió al pedido del editor de escribir una novela sobre la opresión de la sociedad sobre el hombre moderno a contra gusto, porque el tema no era el tipo de asunto del cual le gustaba escribir. "Pero es la última vez", se dijo. Porque ya pensaba en publicar sus trabajos de forma independiente a través de internet. Entonces se dispuso a escribir; metió la hoja en blanco en la máquina de escribir, la  enumeró y empezó a teclear:     1- Había una vez un editor hijo de puta que...                                                                            Fin.   Por Fuerza De Contrato  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

DOS VIEJOS AMIGOS

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   Haroldo, el ambiguo, estaba apoyado en el marco de la puerta de calle, de brazos y piernas cruzados. Tenía el rostro ceñudo de un niño al que no le gustó el regalo que le dieron, pero no era por ningún malestar reciente ni antiguo, era porque no tenía otra cara cuando no estaba hablando o sonriendo. Pero de pronto su semblante se iluminó con una sonrisa. Por la vereda de enfrente vio pasando a Henrique Gramatical, un viejo amigo suyo que no veí­a desde hacía mucho tiempo.     "¡Henrique, Henrique!", lo llamó, agitando una mano. Henrique miró al sujeto que agitando una mano lo llamaba por su nombre del otro lado de la calle. Su rostro le pareció conocido y demoró un breve momento hasta que lo reconoció. Haroldo estaba más gordo, tal vez por eso no lo había reconocido al instante, concluyó Henrique, mientras se apresuraba a cruzar la calle. Los amigos se dieron un fuerte abrazo y luego comenzaron a conversar.    "Henrique, mi amigo de tanto tiempo", dijo Haroldo, l

EL ESTÚPIDO

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  A Juan le gustaba el fútbol en tanto deporte, entre otras tantas modalidades deportivas, pero no simpatizaba por ningún club en particular, ya que consideraba que se habían convertido en empresas, perdiendo todo el encanto; por lo tanto, seguía al equipo que mejor se desempeñaba cada temporada. Pero un día, cuando por un desperfecto en el televisor, se acercó al club de la esquina para ver desde allí el partido del equipo que seguía ese año, un fanático empezó a discutir sobre fútbol con todos. En un dado momento se dio vuelta hacia él y le preguntó:     ¿Usted, amigo, no cree que el fútbol es lo más grande que el hombre ya ha inventado?     ¿Cómo?, de ninguna manera, le respondió Juan, sin detenerse a pensar dos veces ante semejante estupidez.     Já, cómo me dice eso, ¿y qué hace acá mirando el partido, entonces?, insistió el fanático.     Bien, como usted lo puede ver, dijo Juan, la televisión misma ya es una prueba de un invento mejor.     Hasta cierto punto, pero no cree usted q

LA PROMESA

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   La novia enamorada le preguntó a su novio si la amaba.     ¡Claro, que te amo!, le dijo el novio, tomando sus manos entre las suyas, y te digo más, añadió, te prometo mi corazón.     La novia enamorada se tomó muy en serio sus palabras, y para el próximo encuentro, llevó en la cartera un Tramontina bien afilado, por las dudas, no fuera el novio a olvidarse de su promesa.                                                                            Fin.                                                                    La Promesa  por  Francisco A Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata . 

VAGABUNDO

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  Cuando el Tucu vino a pedirme que los acompañara, a él y a otros dos amigos suyos, para hacer una prueba en Platense me negué.     Sabes cuántos pibes más buenos que nosotros hay en Buenos Aires. Olvidate, no tenemos ninguna chance, le dije. No recuerdo qué habrá argumentado para convencerme, aunque le aclaré que accedía a acompañarlos pero nada más.     Cuando llegamos al club fueron acompañados a los vestuarios por uno de los tipos que los esperaban en el medio de la cancha mientras yo fui a sentarme en los escalones de una de las tribunas. Al rato de haber salido al campo, uno de los tipos vino a hablar conmigo, me pidió que me cambiara y fuera a jugar. Yo le dije que no había venido para probarme sino para acompañar a unos amigos, pero él insistió porque faltaba uno para completar los dos equipos. Bueno, no me hice de rogado y me fui a cambiar.     Después del partido, donde la rompí, haciendo cuatro o cinco goles, los tipos me llamaron aparte y me dijeron que les había gustado c

LA BÚSQUEDA PERPETUA

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  El autobús se detuvo.     ¿Aquí es su destino?, le preguntó el conductor, después de apagar el motor.     No, dijo el viajero.     Pero acá termina el recorrido, le confirmó el conductor, mostrándole la terminal.     Para usted sí, respondió el viajero, con una mueca.     ¿Y hasta dónde seguirá viaje? Mientras esperaba la respuesta del viajero el conductor se trasladó en pensamiento a la seguridad de su hogar.     Hasta que no haya más camino, ahí sabré que la búsqueda habrá terminado, pero como los caminos nunca terminan porque uno mismo es el que los hace, seguiré buscando sin cesar, respondió el viajero. El conductor se imaginó a sí mismo encontrando a su esposa que lo esperaba con la comida servida y no le encontró sentido a las palabras del viajero.    ¿Y cuál es la gracia de seguir buscando si se sabe que la búsqueda es infinita?, le preguntó el conductor.    La gracia está en buscar, no en encontrar, respondió el viajero. La respuesta del viajero desconcertó al conductor.     

LA CRUELDAD

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  Rondaba los veinte creo, no recuerdo bien pero tampoco importa, cuando descubrí que mi tía Elvira era una mujer cruel; su cara amarga ya me lo decía desde chico, pero una cosa es una cara y otra el carácter que se esconde detrás de ella; su marido, el tío Juan Carlos, no debía ser menos cruel, aunque no se notaba porque era simpático.     Cuando era chico mi mamá, que era su hermana, de vez en cuando la visitaba; la verdad mi mamá era la que siempre visitaba a todas las hermanas, que eran muchas, y a sus tres hermanos; en raras ocasiones ocurría lo contrario, digamos que tenía que estar casi muriéndose para que se molestaran en hacerle una visita. De todas las veces que visitamos a la tía Elvira recuerdo una, era verano y por la tarde, en que mi primo Freddy, vistiendo un pantaloncito corto y una chomba, dejó a la muestra en piernas y brazos muchos moretones; si le pregunté por ello no lo recuerdo, pero eso tampoco importa. Debo resaltar que Freddy siempre parecía estar triste (ahora

LAS TARDES EN CIUDADELA EN LA CASA DE LA TÍA JUANA

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  Como todas las tardes, después del mediodía, la tía Juana se refugiaba en la pieza a dormir la siesta;si no llovía en ese momento yo siempre estaba en el patio, simulando que jugaba a batallas imaginarias con soldaditos de plástico entre los grandes maceteros que bordeaban las cuatro paredes, pero en realidad estaba atento a sus movimientos.     La oía avisarme que se iba a recostar un rato y que la despertara a las cuatro, nunca antes ni después, la razón nunca la supe, solo sé que no era nada en la tele. Yo respondía que sí y seguía simulando que jugaba como si nada, pero a partir de ese momento mis oídos estaban atentos al comienzo de los pelotazos contra el tapial de la casa abandonada, al lado del edificio, era la señal para ir a ver si mi tía ya estaba bien dormida.     Abría la puerta de la cocina con cuidado para que no hiciera ruido, para eso tenía que hacerlo empujando la puerta contra las bisagras; después, en puntillas de pie, me acercaba a la puerta de su pieza, para eso

LA BATALLA INTERRUMPIDA

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  La nave carguero anaranjada aterrizó detrás del bosque de las flores gigantes. La cubierta se abrió por completo, el brazo mecánico se introdujo y transportó los soldados al exterior donde tomaron posiciones en puntos estratégicos, camuflándose detrás de los tallos gigantes.     Medio minuto después, del otro lado del lago artificial de aguas celestes, la nave carguero azul enemiga aterrizó sobre la amplia plataforma de piedra que lo bordeaba. La mole azul se inclinó lentamente y la formación de tanques avanzó y se posicionó cerca de la orilla, apuntando sus cañones hacia el bosque. Los pelotones se guarecieron detrás de los tanques, que formaban la primera línea de ataque, y junto a los lanzacohetes, espectantes, esperaron en silencio la hora H.     La batalla comenzaría de un momento a otro, de un lado y otro la ansiedad embargaba a ambos bandos. La estrategia del ejército del bosque era esperar que el ejército azul descargara toda la artillería pesada para después lanzarse al agua

LA HORMIGA Y EL ELEFANTITO

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  Repentinamente el día empezó a hacerse noche. Un rato después un trueno hizo temblar la tierra y la tormenta se abatió sobre la selva en un torrencial como hacía mucho que no se veía, sin darle tiempo a nadie de buscar un refugio seguro. Cada bicho trató de salvar el pellejo como pudo mientras la corriente arrastraba todo lo que encontraba en su camino. Poco tiempo después la lluvia paró, pero las aguas continuaban escurriéndose por todos lados.    Una hormiga descarriada iba dando tumbos en las aguas furiosas cuando chocó contra algo duro; inmediatamente se agarró con fuerza en aquello, que resultó ser una rama. Y, claro, era lo mismo que nada con lo que siguió siendo arrastrada y dando tumbos por las aguas turbulentas. En medio del torbellino caótico pudo ver que se acercaba peligrosamente contra las moles grises de una manada de elefantes, que cruzaban el río. Al hacer impacto contra el cuerpo de un elefantito se agarró a un pelo y empezó a trepar por la piel agrietada del paquide