LA HORMIGA Y EL ELEFANTITO

 Repentinamente el día empezó a hacerse noche. Un rato después un trueno hizo temblar la tierra y la tormenta se abatió sobre la selva en un torrencial como hacía mucho que no se veía, sin darle tiempo a nadie de buscar un refugio seguro. Cada bicho trató de salvar el pellejo como pudo mientras la corriente arrastraba todo lo que encontraba en su camino. Poco tiempo después la lluvia paró, pero las aguas continuaban escurriéndose por todos lados.

   Una hormiga descarriada iba dando tumbos en las aguas furiosas cuando chocó contra algo duro; inmediatamente se agarró con fuerza en aquello, que resultó ser una rama. Y, claro, era lo mismo que nada con lo que siguió siendo arrastrada y dando tumbos por las aguas turbulentas. En medio del torbellino caótico pudo ver que se acercaba peligrosamente contra las moles grises de una manada de elefantes, que cruzaban el río. Al hacer impacto contra el cuerpo de un elefantito se agarró a un pelo y empezó a trepar por la piel agrietada del paquidermo desesperadamente, pero al llegar al lomo vio que estaba ocupado casi en su totalidad por una bandada de pájaros que le picoteaban sin parar los parásitos. Uno de ellos se percató de su presencia y se le vino encima. La hormiga reconoció el peligro en el acto y corrió a refugiarse debajo de la cola, pero el pájaro, empecinado en comerla, la siguió con picotazos por la derecha y por la izquierda. La hormiga reculó y reculó y de tanto recular llegó a la entrada de la cueva del elefantito. No lo pensó dos veces, se metió en el culo y se quedó allí quietita, viendo como el pico del pájaro seguía tentando darle alcance, hundiendo y hurgueteando en el orificio, mientras rezaba para que el elefantito no la expulsara como un cohete si se le daba por tirarse un pedo.  

   Bueno, por ahora aquí estoy a salvo y, además, calentita, pensó. 

   Poco tiempo después, los elefantes ya alcanzaban la orilla mientras eran perseguidos de cerca por unos cocodrilos. Entre la amenaza de los cocodrilos y su afán por no perder de vista a la madre, el elefantito trastabilló en el lecho pedregoso y la corriente lo alejó de la manada. Un poco más adelante, chapoteando en el barro, consiguió a duras penas llegar a la orilla y subir por un camino resbaladizo en la barranca. Pero cuando, por fin, llegó a la tierra alta y se preparaba para seguir a la manada escuchó a un lado una risita burlona, entonces se dio vuelta rápidamente y vio que se trataba de una hiena que se acercaba haciéndose la boluda. En seguida, por el otro lado escuchó un rugido y al volverse con igual energía que antes vio que un león agazapado aproximarse hacia él. Buscó la salida mirando hacia delante, esperanzado en ver a su madre o a algún miembro de la manada, pero se deparó con una jauría de perros salvajes concentrada entre los matorrales con sus colmillos filosos a la vista y listos para comerlo despiadadamente. Descartó volver al río porque se acordó de los cocodrilos; entonces, al verse cercado por la muerte por los cuatro costados, se quedó petrificado de miedo donde estaba, tapándose los ojos con las orejas y frunciendo el culo con fuerza, con lo que la hormiga ya fue. 

                                                                                Fin. 

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La hormiga y el elefantito por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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