EL HUECO
El dolor del forúnculo lo tenía loco, la columna vertebral era una raíz entumecida que le destrozaba la carne al menor movimiento. Estaba sentado en un banco de la parada, esperando el colectivo. Medio anestesiado de tantas tabletas de analgésicos que venía ingiriendo, se sentía como aéreo, como si flotara, pero todavía sentía dolor. De pronto, del colectivo que acababa de parar bajó un amigo.
Pedrito, lo llamó.
¿Qué tal va eso?, le preguntó Pedrito, con un movimiento de cabeza dirigido a su malestar.
Vení y haceme un favor, mirame el hueco, le dijo, dándose vuelta y subiendo la remera.
Que no es bueno reírse de los pesares ajenos todo el mundo lo sabe, pero con aquella frase y aquella actitud..., francamente, nadie en la parada puro reprimir la risa.
Fin.
El Hueco por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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