VAGABUNDO

 Cuando el Tucu vino a pedirme que los acompañara, a él y a otros dos amigos suyos, para hacer una prueba en Platense me negué. 

   Sabes cuántos pibes más buenos que nosotros hay en Buenos Aires. Olvidate, no tenemos ninguna chance, le dije. No recuerdo qué habrá argumentado para convencerme, aunque le aclaré que accedía a acompañarlos pero nada más. 

   Cuando llegamos al club fueron acompañados a los vestuarios por uno de los tipos que los esperaban en el medio de la cancha mientras yo fui a sentarme en los escalones de una de las tribunas. Al rato de haber salido al campo, uno de los tipos vino a hablar conmigo, me pidió que me cambiara y fuera a jugar. Yo le dije que no había venido para probarme sino para acompañar a unos amigos, pero él insistió porque faltaba uno para completar los dos equipos. Bueno, no me hice de rogado y me fui a cambiar. 

   Después del partido, donde la rompí, haciendo cuatro o cinco goles, los tipos me llamaron aparte y me dijeron que les había gustado como jugaba y estaban interesados en tenerme en el club, y que debía presentarme con mi padre, madre o algún adulto autorizado por mis padres para firmar unos papeles. Yo no lo podía creer, era el sueño del pibe que se me hacía realidad. Pena que mi vieja se negó a ir a firmar porque pensaba que los jugadores de fútbol eran vagabundos, condenándome con ello, a seguir jugando anónimamente en los potreros del barrio para siempre. En la época yo tenía quince. Pero cinco años más tarde, después del servicio militar, me fui a Brasil y me convertí en vagabundo de verdad, sin la necesidad de ser jugador de fútbol, como pensaba mi madre. 

                                                                     Fin. 

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Vagabundo por Francisco A Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.

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