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  El motociclista emergió al comienzo de la peatonal y avanzó hecho un demonio arrojando transeúntes y tachos de basura contra las paredes y las vidrieras. Así continuó, cuadra tras cuadra, hasta llegar al final donde vio, del otro lado de la avenida, a otro motociclista venir en sentido contrario. Él se dijo que no admitiría a otro rival y embistió contra su oponente apretando aún más el acelerador; y el choque fue inevitable. El estallido del motociclista contra el edificio de vidrios espejados, del otro lado de la avenida, hizo que los ocupantes de su interior pensaran que se trataba de un ataque suicida perpetrado por algún grupo radical islámico, pero cuando llegaron los agentes de policía el asunto se aclaró, solo se trataba del temido motocicleta endiablado.                                                                                     Fin.  EL MOTOCICLISTA ENDIABLADO  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinD

  El lagarto salió de su guarida y se arrastró unos metros donde el sol prometía calentarle la sangre en poco tiempo. No había pasado ni dos minutos, cuando de pronto una sombra descomunal interrumpió su lento metabolismo, pensó tratarse de una nube, pero no, no era una nube sino la gigante figura de un elefante que pasaba por allí y que el lagarto ya conocía de vista.     Uy, ya viene el pesado este, dijo entredientes. Pero el paquidermo, sin darle tiempo a ninguna reacción protectora, dejó caer su voluminosa masa corporal. El lagarto agrandó los ojos y pensó, antes de ser fatalmente aplastado:     Este elefante nunca me cayó bien.                                                                                    Fin.            ANTIPATÍA  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

  Cuando me crearon aquellos hombre de blanco, por el cuidado que me prodigaron, el cariño de sus manos y la maestría empleada en mí, pensé que sería una obra de arte para toda la posteridad, que vería el futuro en el rostro de todas las generaciones venideras, y que la gran fiesta armada a mi alrededor era en mi homenaje, para darme la bienvenida a este mundo de música, brillo y alegría. Pero en medio de la fiesta, cuando vi venir hacia mí aquella mano empuñando un cuchillo, supe que estaba equivocada y viviendo los últimos instantes de mi aventura en el mundo. Después de cortarme en pedacitos vino lo peor, la gente alrededor que reía y cantaba alegremente, hombres, mujeres y niños, me devoraron viva, sin piedad, con un deleite espantoso.                                                                       Fin. LA TORTA DE CUMPLEAÑOS  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una ob

  El hombre circunspecto parado en medio del parque, la mirada perdida, como si estuviera sumergido en alguna implicación metafísica sobre un asunto de suma importancia, se rasca incansablemente la cabeza. La gente que pasa cerca suyo ve al poeta buscando la palabra precisa, al filósofo en lo profundo de un concepto, al soñador transitando por el mundo perfecto. Hasta que el hombre, quizás por verse constantemente interrumpido en sus profundas cavilaciones, se pierde en la espesura del bosque, lejos de la impertinente presencia humana, de todas las miradas que convergen en él. Allí, en la apacible penumbra boscosa, vuelve a aliviarse frenéticamente la picazón fastidiosa de los piojos, que parecen estar empeñados en volverlo loco.                                                                             Fin.  HOMBRE PARADO EN EL PARQUE  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una o

  Dingbang Chao andaba por el patio de un lado a otro con un  jeans en las manos. Se lo notaba muy, muy perturbado. Su esposa Xiang, que lo miraba desde la cocina, preocupada, dejó su quehacer y fue a ver qué le pasaba.     ¿Qué es lo qué tienes, esposo mío, que te noto muy preocupado?, le preguntó.     No sé, esposa mía, en un momento me vi con este jeans en las manos y no sé el motivo, respondió, con el semblante turbado mientras le mostraba el pantalón.    ¿No será, por casualidad, para completar el yang y así encontrar el equilibro perfecto que te falta en este momento?, opinó ella.                                                                   Fin.  DINGBANG CHAO  por  FRANCISCO A, BALDARENA  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

  El diablo, parado en una esquina, miraba inquieto para todos lados, sin embargo ni una viva alma andaba a esa hora de la madrugada. De pronto, un hombre dobló en una esquina y dirigió sus pasos hacia él. El diablo se frotó las manos y se preparó para apoderarse de otra alma para la colección particular que tenía en las catacumbas ardientes en el centro de la tierra.     ¡Alto ahí, hombre!, ordenó, con su voz de gruta siniestra. El hombre, un inmigrante cubano, se paró en seco, cagado hasta las patas.     ¿Qué es lo que quieles de mí, entidad maldita?, preguntó con voz temblorosa     ¡¿Qué?! Acaso no te das cuenta de quién soy, ingenuo ser, respondió el diablo, un tanto sorprendido, pero más ofendido aún. El pobre cubano se llevó las manos a los bolsillos y descubrió que se había olvidado la navaja en la casa. Entonces, abatido, exclamó lastimosamente:     ¡Qué lástima que estoy desalmado! Al oír ésto, el diablo lanzó una maldición y se fue a buscar una calle más concurrida.         

  Don Gregorio, la preocupación reflejada en su turbado rostro, se paseaba inquieto por toda la biblioteca; la desconfianza sobre las intenciones del pretendiente de su hija le carcomía el cerebro, sobretodo fundamentada en la cara de ladrón del muchacho. Y tanto buscarle la vuelta al asunto, finalmente vio una luz al final del túnel: contrataría los servicios de un detective privado para que averiguara los antecedentes penales del pretendiente. Hechas las averiguaciones pertinentes, el detective apareció en la casa del padre preocupado con el resultado de sus averiguaciones.     Puede quedarse tranquilo, don Gregorio, le dijo, el susodicho está limpio; es más, ni siquiera le gusta el fútbol.                                                                                        Fin. ANTECEDENTES PENALES  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.or

"El regalo más grande que le puedes dar a los demás es el ejemplo de tu propia vida", dijo Bertolt Bretch. Pero, una de dos, o no somos ejemplos para nadie o hemos sido bien amaestrados, porque vivimos regalando cosas.                                                                    Vidas vacías  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata . 

 "¡Ay, el movimiento!", se quejó, "dicen que existe, pero yo tengo mis dudas, a no ser el que produce mis pensamientos, aunque no tengo claro si pensar encaje en tal acción." Pero hubo un día que le fue demostrado que el movimiento sí existía, fue cuando la removieron para trasladarla a otra plaza.  LA ESTATUA II  por  FRANCISCO A. BALDARENA  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

  Lo útil: La pala con la cual se afloja la tierra.   Lo valioso: la semilla que dará frutos y a su vez  alimento.                                                      Fin.  LO ÚTIL Y LO VALIOSO  por  FRANCISCO A. BALDARENA  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

  Quien no cuestiona el mundo en el que vive no vive la vida, está en ella.                                                  Fin.  EL QUE ESTÁ  por  FRANCISCO A. BALDARENA  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

  A falta de pensamiento crítico, a sus anchas invaden mentes lo que se dice y el pensamiento irracional.                                                          Fin.  PENSAMIENTO CRÍTICO  por  FRANCISCO A. BALDARENA  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

  Hablaba sobre filosofía cuando, lógicamente, surgió el nombre de Sócrates. En ese momento saltó como leche hervida uno de los que nunca faltan, que dijo:     Ah, ese que viene corrompiendo a los jóvenes desde el siglo V antes de Cristo.     Exactamente, respondí apenas (a los ignorantes nunca hay que contrariarlos). Más tarde, meditando sobre la palabra corrupción, me puse a entrarle por otro lado, como por ejemplo: abrir la mente, en el sentido de corromper la coraza del pensamiento aprisionado.                                                                       Fin.  SÓCRATES Y LA CORRUPCIÓN  por  FRANCISCO A. BALDARENA  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

  De chico, como todo chico, tuve mi amigo imaginario, y era tan buena gente que yo le prestaba los mejores juguetes y lo dejaba ganar siempre todos los juegos, no fuera a deprimirse y me dejara jugando solo; y de adolescente salía según su gusto, siempre fiel a la premisa de hacerlo sentirse realizado. Y un  día me puse de novio con la chica que él mismo eligió, morena, no estilo nórdico como era mi gusto; el pelo lacio, no encaracolado como a mí me gusta y cumbiera, no rockera como yo en la época. Hasta que un día los dos me llamaron aparte y me dijeron que se iban a casar y yo, amigo fiel hasta la muerte, acepté sus argumentos, que en lo íntimo ya intuía y además, como dije antes, el perfil de ella no era de mi agrado; y como no podía ser de otra manera fui el padrino de casamiento. Recuerdo que el cura, al ver a la novia sola delante del altar, rehusó en un principio a realizar una boda sin novio, pero de tanto insistirle accedió y solo se dio cuenta que el novio existía cuando vio

Por fin, después de una semana de lluvias torrenciales, la tormenta había pasado, pero dejando las calles inundadas. El diablo fue hasta su encrucijada preferida y se apostó a esperar un alma incauta. De pronto ve que alguien se aproxima y mientras hace sonar los nudillos de las manos oye un ruido creciente a sus espaldas. Inmediatamente se da vuelta justo cuando un colectivo en alta velocidad pasa por él y sin darle tiempo a nada lo baña de la cabeza a los pies, dejándolo humeante como un carbón recién apagado y tiritando de frío. El hombre que se aproxima, al pasar por él, echándole una mirada piadosa, mete una mano en el bolsillo y le tira un par de monedas.     Para que te tomes una ginebra en el bar de la esquina, viejo, y te saques el frío de encima, le dice y sigue su camino.                                                                               Fin.  DESPUÉS DE LA LLUVIA  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercia

  Lo que tenía de superinteligente tenía de ultraperezoso, porque, "al final, de algo hay que vivir en esta vida, ¿no?", vivía diciéndose. Todos los día elegía un semáforo cualquiera, una mano en el bolsillo jugando con algo y la cámara de grabar del celular engatillada. Y de pronto, las luces se ponían locas y el accidente acontecía. Cuando los periodistas aparecían vendía la exclusiva al mejor postor. Y de eso vivía. Los periodistas, siempre los mismos, sospechaban algo pero se callaban, al final, una vez uno, otra vez otro, todos volvían al canal o a la redacción del diario con una primicia de primera mano. Mientras tanto él jugaba con el aparatito en el bolsillo del pantalón inventado por él mismo, que hacía que las luces de los semáforos se pusieran locas. ¿Y qué pasaba por su mente cuando alguien moría?, pensaba "al final, así como de algo hay que vivir en esta vida, también de algo hay que morir", sin remordimiento ni culpa.                                  

  Desde un día que me sucedió lo que ya voy a contar, siempre digo que lo que hay que hacer debe hacerse en el momento, sino puede que mañana sea demasiado tarde. El día que me decidí a hacer con lo que había fantaseado durante innumerables viajes de tren a Carmen de Areco, llegando a la estación Gral. Sarmiento, en San Miguel, descubrí que ya no había trenes hacia allá. Saqué la lata de pintura blanca en aerosol de la mochila, pensé en el desperdicio de plata y la revoleé del otro lado de las vías.  Después me senté en el andén a fumar un cigarrillo y a pensar en todas las veces que había pasado por la estación de Heavy y me había dicho en esos momentos "un día voy a comprar una pintura blanca en aerosol, voy a bajar corriendo y escribir "metal" al lado de Heavy". Pensaba en esa boludez cuando dos melenudos, que ya había visto fumando un porro un poco más adelante, pasaron por las vías y uno de ellos se agachó para agarrar la lata.     Mirá, está llena, le dijo al

  Toda su familia es fanática del rugby y todos sus amigos, fanáticos del fútbol y en el trabajo todos sus compañeros, fanáticos del fútbol y del rugby. Pero él todo el tiempo ve a los integrantes de su familia, a sus amigos y a sus compañeros de trabajo cómo, antes de los partidos de fútbol y rugby, se ponen ansiosos, eufóricos, y entonan cánticos, y después, quedarse enmudecidos y cabizbajos, tristes, casi zombis. Pero él, que desde chiquito tiene los pies bien plantados en la tierra, no se ilusiona inútilmente con las derrotas anunciadas y de las cuales solo tiene una certeza: el resultado desfavorable y la abrumadora cantidad de tantos en contra. Tampoco sufre como un penitente arrodillado sobre granos de maíz, porque él, al parecer el único, la tiene clara: ha nacido en Tonga.                                                                              Fin.  TENERLA CLARA  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDeri

  Cada día me convenzo más de que todo tiene alma, aunque se trate de un objeto inanimado. Y ella es la prueba de lo que pienso, aunque creo que no tenga el alma que le corresponde sino de saltinbanco o quizás de canguro, porque, en aquel entonces, solo andaba a los saltos y cuando uno la quería cambiar de lugar había que arrastrarla. El patrón después de venderla unas diez veces y diez veces recibirla de vuelta, llegó el día que perdió la paciencia y llamó a un pintor de carteles y le dijo que le pintara las letras del negocio más grandes y para eso le dio la medida que quería que pintara las letras, que era la misma de la altura de la saltarina. Y cuando el pintor terminó la colgó entre las letras, exactamente sobre la O, de "Gomería Aguirre", y allí continúa la rueda hasta hoy.                                                                                Fin.  LA SALTARINA  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComerci

  El hombre llegó al mostrador y preguntó:     ¿Aquí venden comida rápida?     Sí, le respondió el muchacho que atendía.     Bueno, quiero una hamburguesa, pidió el hombre, dirigiendo la mirada al reloj.     Muy bien, ya sale, dijo el muchacho y desapareció por la puerta de la cocina. Dos minutos después apareció con una hamburguesa sobre una bandeja.     Aquí tiene, señor, ¿desea tomar algo?, preguntó.    No, gracias, tengo prisa, dijo el hombre y ya iba a darle el primer mordisco cuando la hamburguesa se desprendió de sus manos y salió disparada hacia la calle donde se confundió entre la gente. El hombre, aturdido por la confusión de sus ideas, miró al muchacho buscando una explicación para el fenómeno sobrenatural, pero el muchacho, haciendo una mueca, le dijo:    No me mire así, la culpa es suya por no haber sido más rápido que la hamburguesa.  FAST FOOD  por  FRANCISCO A. BALDARENA  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internaci

El hombre ya estaba muy viejo y se lamentaba de las malas decisiones pasadas. Y ocurrió que una noche soñó con la decisión que más lamentaba haber tomado en toda su vida, la última noche antes de irse de su casa cuando durmió abrazado al hijo más pequeño (al día siguiente la vida lo había llevado al actual presente que tanto lamentaba), y tuvo la suerte que la muerte le llegó mientras dormía y de esta manera nunca más dejó de abrazar a su pequeño hijo.                                                                            Fin.     El Último Sueño  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

La nave alienígena procedente de Neptuno se encontraba a cien mil quinientos kilómetros de distancia cuando el receptor empezó a captar señales de la tierra. Los tripulantes se apiñaron alrededor del aparato, las bocas cerradas, los puños apretados, los oídos atentos a cada sonido. En un dado momento, irrumpió en la cabina el operador de los reactores atómicos preguntando cómo iban. Varios "shiii" le dieron a entender que interrumpiera algo de suma importancia, pero una voz amiga le susurró al oído: "Boca va ganando uno a cero". Señales  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

  El periodista, que seguramente de chiquito quería ser doctor, se aproximó a la fila del hospital y le preguntó a una chica:     Perdón, ¿te puedo hacer una consulta? Y la chica, señalando a su abuelita parada a su lado, le respondió:     No, doctor, la enferma es ella.                                                                               Fin.  Sueño De Infancia  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .                                                                     

  Pregunta: ¿Por qué muchos hombres dedican tanto tiempo, que es tan precioso, a la política, que es una actividad tan sucia?  Respuesta: Porque están corrompidos por el poder.  Conclusión: Morirán sin haber vivido.                                                               Fin.   Morir Sin Haber Vivido  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .

  El reportero (que llamaré de fulano) hacía un reportaje en la avenida Corrientes cuando el gobierno anunció la reapertura de los teatros. En un dado momento el locutor del noticiero (no mencionaré el canal) dijo así:     "Qué buena noticia, fulano, porque sabemos que los actores viven de eso". Menos mal que lo aclaró porque sino se pudiera pensar que los actores viven de vencer alfajores en la vereda de Retiro.                                                                              Fin. La Aclaración  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .   

  El chico se rascaba con desesperación la palma de una mano. La madre, al ver su actitud casi maniática, le preguntó:     ¿Qué te pasa? El chico sin dejar de rascarse respondió:     Me pica la palma de la mano, ¿qué puede ser? Él pensaba en alguna alergia.     Métela en el bolsillo, que es señal de dinero, le respondió la supersticiosa madre. Él hizo lo que su madre le aconsejó y esperó un tiempo prudencial, como para darle tiempo al bolsillo de fabricar el dinero, pero cuando sacó la mano estaba tan vacía como cuando la metió.                                                                                  Fin.  Superstición  por  Francisco A. Baldarena  se distribuye bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional . Basada en una obra en  https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata .