LA SALTARINA
Cada día me convenzo más de que todo tiene alma, aunque se trate de un objeto inanimado. Y ella es la prueba de lo que pienso, aunque creo que no tenga el alma que le corresponde sino de saltinbanco o quizás de canguro, porque, en aquel entonces, solo andaba a los saltos y cuando uno la quería cambiar de lugar había que arrastrarla. El patrón después de venderla unas diez veces y diez veces recibirla de vuelta, llegó el día que perdió la paciencia y llamó a un pintor de carteles y le dijo que le pintara las letras del negocio más grandes y para eso le dio la medida que quería que pintara las letras, que era la misma de la altura de la saltarina. Y cuando el pintor terminó la colgó entre las letras, exactamente sobre la O, de "Gomería Aguirre", y allí continúa la rueda hasta hoy.
Fin.
LA SALTARINA por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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