DESALMADO

 El diablo, parado en una esquina, miraba inquieto para todos lados, sin embargo ni una viva alma andaba a esa hora de la madrugada. De pronto, un hombre dobló en una esquina y dirigió sus pasos hacia él. El diablo se frotó las manos y se preparó para apoderarse de otra alma para la colección particular que tenía en las catacumbas ardientes en el centro de la tierra. 

   ¡Alto ahí, hombre!, ordenó, con su voz de gruta siniestra. El hombre, un inmigrante cubano, se paró en seco, cagado hasta las patas. 

   ¿Qué es lo que quieles de mí, entidad maldita?, preguntó con voz temblorosa 

   ¡¿Qué?! Acaso no te das cuenta de quién soy, ingenuo ser, respondió el diablo, un tanto sorprendido, pero más ofendido aún. El pobre cubano se llevó las manos a los bolsillos y descubrió que se había olvidado la navaja en la casa. Entonces, abatido, exclamó lastimosamente: 

   ¡Qué lástima que estoy desalmado! Al oír ésto, el diablo lanzó una maldición y se fue a buscar una calle más concurrida. 

                                                                                   Fin. 

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