PEQUEÑA ESCENA DE LA PREHISTORIA

 En la prehistoria. 

Un hombre y un primo evolutivo suyo, un mono, están trepados en un árbol frutal, supongamos que es un naranjo. El árbol en cuestión se encuentra entre dos altas paredes rocosas de una montaña que forman un vértice. De pronto, delante del naranjo aparecen dos dinosaurios. El mono es el primero en percatarse de las siniestras apariciones saurias, de modo que le dice al hombre: "Que te ayude el diablo", y enseguida salta a una de las paredes rocosas y en cuestión de segundos llega a la cima y el hombre no lo ve más, ni el hombre ni los dinosaurios. Con esto el hombre se da cuenta que el aperitivo de los dinosaurios será él. Primero porque le es imposible saltar a las rocas, pues el naranjo se encuentra a una distancia de varios metros de las paredes y segundo, porque mismo saltando al suelo, por lo lisas y empinadas de la  paredes, no podrá trepar. De manera que analiza la situación: solo puede contar con el mazo que sostiene en una mano, porque la posible caída de un meteorito es improbable que suceda en ese exacto momento, y de hacerlo ni él ni los dinosaurios y ni el mono, por más lejos que esté a esas alturas, saldrán con vida ante semejante catástrofe; además el mazo para un dinosaurio no es más que un escarbadientes, por lo tanto no le sirve para nada, con lo que él acabará dividido en dos como alimento cárnico y más tarde será una masa aplastada de bosta de dinosaurio como las que ve por aquí y por allá.

   Entretanto, percibe que los dinosaurios parlamentan algo; algo que él ignora pero yo, el narrador omnisciente, no.  

   Los dinosaurios se dicen lo siguiente: 

   ¿Qué tal un jueguito para matar el tiempo? , sugiere uno.

   Y el otro le responde: 

   ¿A ver, de qué se trata? 

   Le lanzaré un acertijo de un sola palabra y si responde lo correcto, lo dejaremos ir, y ambos comeremos naranjas, pero si responde equivocadamente lo comeremos a él. ¿Qué te parece? Enseguida se acerca al oído del otro dinosaurio y le cuchichea la respuesta correcta.

   Está bien, me parece justo. 

El hombre los ve acercarse al naranjo. El dinosaurio al que se le ocurrió el juego le dice: 

   Dinosaurios. 

   El hombre piensa y repiensa, porque no le ha quedado claro lo que el dinosaurio quiso decir; entretanto, sabe que debe decir alguna cosa, más bien, responder alguna cosa. Entonces, después de pensar y repensar bastante, dice lo único que se le ocurre: 

  Saurios, dijo. 

   Los dos dinosaurios se miran, él que concordó con la idea del acertijo espera que el otro, el de la idea, espera que le diga algo, y el otro no se hace esperar.

   ¡Qué hijo de puta!, nos cagó. Bueno, a comer naranjas se ha dicho, responde; con lo que el hombre sale en disparada y cuando cree estar a distancia segura se da vuelta: los dos dinosaurios ya sacudían el naranjo. 

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PEQUEÑA ESCENA DE LA VIDA EN LA PREHISTORIA por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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