LA VORACIDAD
En medio de la madrugada, un resplandor de dimensión pavorosa traspasó las paredes, calentando el aire a temperatura comparada a la de un tórrido verano ecuatorial. Era una luminosidad silenciosa, de meter miedo. Paralizaba todo, respiración, órganos... Hasta el tiempo diría, sin exagerar ni un poco. Duró ese resplandor inaudito lo que un sueño. Después, todo se resume a una larga espera del amanecer. Al salir de las casas todos vimos que ya no había más verduras en las huertas, ni flores en los jardines, ni ningún vestigio de vida vegetal, solo tierra quemada y cenizas, a esterilidad del suelo cubriendo toda superficie. Pero por increíble que parezca, cerca del mediodía nuevas plantas empezaron a nacer y el aire se volvió narcotizante. Con asombro temeroso las vimos desparramarse por doquier, y para la noche, ya habían colonizado todo el pueblo. Tres días más tarde, las raíces derrumbaron definitivamente todo vestigio de nuestra historia. ¿De por qué no nos vamos? No lo sé, solo sé que queremos seguir comiendo. Solo eso queremos, solo en eso pensamos. Y hasta hoy nadie entiende ni sabe nada sobre lo ocurrido aquella extraña noche, y lo que es peor, ignoramos con que objeto fuimos llevados a esto.
LA VORACIDAD por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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