LA GALLERA
Las apuestas, el aliento sudoroso y los cacareos escurrían por las hendiduras de la gallera e inundaban la calle. Él nunca había presenciado una riña; se decía que la gallera era un templo de sufrimiento, por lo tanto no apto para su edad. Pero se decían tantas cosas y tantas se exageraban...
Entró.
La polvareda y el humo del tabaco desfiguraban los rostros, y los cuerpos, apretujados alrededor del redondel, impedían ver la riña. Con codazos, empujones y varios "perdone usted, señor", por fin, pudo llegar a la orilla y ver cómo, armados con filosos espolones metálicos, luchaban por sus vidas aquellos dos pobres hombres; aquello le hizo erizar el plumaje.

LA GALLERA por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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