HABLAR SOLO
No había nadie en casa en ese momento y cuando eso ocurre yo aprovecho para hablar solo, generalmente cuando miro la televisión. Y pasó que lo primero que vi en el noticiero, apenas encendí el aparato, fue que ya estaban dándole a la cuarentena y ahí empecé a hablar solo, a hablar y a putear; con los ocho meses de pandemia y los diecinueve millones de desempleados (incluido yo); con los precios por las nubes, con que no hay consumo porque tampoco hay producción, con las empresas que abandonan el país, con la cuarentena interminable, con las prohibiciones hasta para ir a la esquina a ver si llueve y conmigo mismo, que hacía zapping como un pelotudo buscando algo que no me meta más temores en la cabeza. Cuando me cansé de tanta mala onda seguí dándole al botoncito y me crucé con varios programas culinarios, programas nacionales, ¿sí? Y, ¿qué veo?... Veo asados, costillares, tapas de asado rellenas, milanesas a la napolitana, chorizos a la pomarola, bifes de chorizo crocante, morcillas, mollejas, matambres, vacíos a la parrilla, chinchulines rellenos, pollos a la piedra, chivitos al asador, carrés de cerdo, chuletas de cerdo, pollos rostizados, bifes de jamón cocido, corderos al vino tinto, lechoncitos con manzana en la boca y todo; en fin, todos los bichos que van a parar al asador, por así decirlo. Y pizzas de champiñones, de cuatro quesos, calabresa, cuatro estaciones, siciliana, Margarita, Marinara, peperoni, de jamón, queso y morrones y de ochocientas mil formas diferentes. Y según iba cambiando de canal vinieron las tortas, los postres y hasta cocteles. Entonces me pregunté, ¿en qué país viven los que hacen esos programas y para qué público están dirigidos? ¿No ven, acaso, la realidad a su alrededor o viven en otro planeta? Al final, voy a tener que pensar que todo no pasa de una burla, y bien diabólica, por cierto. Ahí mi calentura ya estaba en el ápice. Por qué no se dejan de hinchar las pelotas, pedazos de hijos de puta, ustedes los dueños de canales, los conductores y el diablo a cuatro, y pónganse la mano en el corazón y paren de burlarse de la gente, manga de atorrantes. ¿No ven que la mayoría de la gente ya ni carne picada compra? En ese momento oí a mi esposa que volvía de la panadería, entonces paré de hablar solo. Ahora me toca salir a mí, a ver qué encuentro en los basureros, porque de algo hay que seguir viviendo, ¡maldita sea!
Fin.
Hablar Solo por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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