EL SOMBRERO PERPETUO

    Sácate el sombrero, Braulio, le decía su padre, a la hora de las comida, pero Braulio no le hacía caso y seguía con el sombrero de fieltro puesto. 

   Sácate el sombrero, Braulio, le decía el cura, cuando concurría con sus padres a la misa de los domingos, pero Braulio no le daba bolilla y seguía con el sombrero en la cabeza. 

   Sácate el sombrero, Braulio, le dijo una vez el comisario, cuando fue a quejarse del robo de una gallinas, pero Braulio hizo caso omiso de la autoridad y tuvo que pagar el desacato con tres días preso a pan y agua. 

   Sácate el sombrero, Braulio, le dijo la novia, cuando lo presentó a sus padres, pero Braulio se negó a obedecerla, quizás pensando que si aflojaba con el sombrero atrás vendrían más órdenes que obedecer. 

   Sáquese el sombrero, recluta Braulio, le dijo el comandante del destacamento militar, pero Braulio se negó rotundamente y fue el primer soldado a usar casco con visera. 

   Para redondear la historia diré que a Braulio nadie nunca le vio más allá de la frente, y lo que quiera que escondía debajo de la copa del sombrero (una pelada seguramente) fue un misterio que se llevó a la tumba el día que murió. Demás está decir que todo esfuerzo tanto en el hospital como en la morgue de desprenderle el sombrero fue inútil, así que no quedó otra que hacerle una tapa combada para el cajón, para no quebrarle el ala; porque todos en el pueblo creyeron que si algo le pasaba al sombrero, Braulio volvería desde el más allá para vengarse. 

                                                                                  

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El Sombrero Perpetuo por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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