EL SEÑOR HARUKI
Apenas vio el automóvil detenerse en el semáforo, le dio un codazo a su amigo y se quejó:
Mira, qué injusta es la vida, aquel viejo, un pie en la sepultura ya y con semejante pendeja. El otro levantó la vista y, reconociendo al conductor nonagenario, le dijo:
Ah, el señor Haruki, todos los días se pasea con una diferente. El amigo achicó los ojos, puso cara de rencor y dijo con tono sarcástico:
Já, seguro que le sacan hasta el último centavo.
¡Y cómo no!, aclaró el otro, todos los meses ni bien cobra la jubilación acude al sex shop y compra una nueva muñeca sexual.
EL SEÑOR HARUKI por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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