EL HOMBRE SABIO

  El rey estaba triste, el único amigo fiel y confiable que tenía era su caballo, solo que había un problema: los caballos no hablan, y eso era lo mismo que ser amigo de un mudo o, en el peor de los casos, de una pared. Un cortesano, no se sabe si conmovido por el monarca o por simple alcahuetería, le dijo que conocía a un hombre que, a pesar de su humildad, era lo suficientemente sabio como para encontrar la manera de hacer hablar al caballo. El rey, muy animado, envió a buscarlo. Cuando los soldados lo trajeron delante suyo, el rey vio a un hombre muy andrajoso y dudó que fuera capaz de tal proeza. 

   ¿Te crees capaz de hacer hablar a un caballo, hombre sabio?, le preguntó. 

   Depende, Su Majestad, dijo el sabio. 

   ¿Depende de qué?, di lo que sea que lo haré, afirmó el rey. 

   De tiempo y dinero, Su Majestad, respondió el sabio. 

   Con eso no te preocupes, dime exactamente lo que piensas, le ordenó el rey. 

  Muy bien, Su Majestad, deme un baúl lleno de oro por adelantado y deje el caballo a mis cuidados por un año y le prometo que en ese plazo su caballo hablará hasta por los codos. El rey mandó que llenasen un baúl con monedas de oro, y diez minutos después los soldados lo depositaron entre el monarca y el sabio. 

   Muy bien, sabio, aquí tienes lo que pediste, pero te advierto si dentro de un año mi caballo no habla mandaré que te corten la cabeza, sentenció el rey. 

   No se preocupe, Su Majestad, dijo el sabio. 

   Muy bien, puedes llevarte el baúl y el caballo y nos vemos en un año, dijo finalmente el rey. 

   Una noche el sabio, ya lujosamente vestido y haciendo vida de rico, mientras bebía vino en la taberna con un amigo, éste le preguntó si realmente conseguiría hacer hablar al caballo. 

   ¿Por acaso estás loco?, cómo se te ocurre que alguien pueda hacer hablar a un caballo, le dijo, sonriendo. 

   ¿Y entonces, por qué le prometiste a nuestro rey hacerlo hablar?, no ves que cuando se cumplan el plazo tu cabeza rodará en plaza pública, le dijo el amigo. 

   Y tú crees por acaso que cuando yo andaba andrajoso y mal comido a eso se le podía llamar vida. Mira, más vale vivir un año como un rico que el resto de la vida con un pie en el barro y el otro en la mierda. Vamos, propongo un brindis, ¡por el caballo! 

   ¡Por el caballo!, dijo el amigo y chocaron las copas.

                                                                                    

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EL HOMBRE SABIO por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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