EL CEBO
¿Estás seguro que me ve bien desde el escondite?, preguntó el cebo por el micrófono escondido en la chaqueta mientras caminaba nerviosamente de un lado a otro. Sobre el farol de la esquina el humo de los cigarrillos que fumaba unos tras otro formaba una nube sobre su cabeza. No confiaba en los policías, pero ese psicópata suelto que andaba matando gays a lo loco por las noches era peor que ellos.
No te preocupes chico, desde aquí tengo todo controlado, respondió el agente escondido en el callejón oscuro de donde veía perfectamente la silueta inquieta del cebo bajo el farol.
Puede que sospeche algo raro y no aparezca esta noche, opinó el cebo.
Tranquilo chico, yo sé que vendrá, lo puedo oler, trató de tranquilizarlo el policía.
De pronto el cebo oyó un ruido y se sobresaltó, podía ser una rata hurgando entre los tachos de basura o un mendigo revolviendo las cajas delante del supermarket, pero con el psicópata suelto cualquier ruido era sospechoso.
Este no se me escapa, susurró para sí el policía, cuando notó que el cebo miraba nerviosamente para todos lados. Silencioso como una sombra llegó a la esquina.
¡Ay, qué susto!, exclamó el cebo, es usted, creí oír ruidos, ¿usted oyó algo?
No, no oí nada, contestó el policía, mirando para todos lados.
¿Entonces por qué salió del escondite?, preguntó el cebo.
No te dije que vendría. Tras las palabras del policía, una navaja surcaba, silente, el aire nocturno directo a la garganta del cebo.

EL CEBO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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