CIEGO, SORDO Y MUDO

  Me encontraba con la vista como perdida, abstraída en la vida más allá de la vidriera del café. Miraba todo; asfalto, autos que pasaban, autos estacionados, gente pasando, carteles, paredes, luces, colores, edificios, sin que nada me produjera ningún pensamiento. Hasta que la vi caer en la vereda del otro lado de la calle. Su cuerpo cayó como una bolsa de arena, pero un segundo después, quizás ni eso, se levantó con dificultad y articuló el cuerpo, como acomodando los huesos en su lugar. Miró hacia los lados y después, como sabiendo que yo la miraba, clavó su mirada en mí y en el acto cruzó la avenida sin mirar si venía a los vehículos, que fueron frenando a centímetros de su cuerpo, haciendo chirriar las ruedas en el asfalto mientras la humareda de las ruedas se evaporaba en el viento que soplaba aquella noche. Ella, una niña vestida al estilo  victoriano, despeinada, la ropa manchada de sangre, manos, rodillas, los pómulos y la nariz sangrando, se aproximó a la vidriera, puso un dedo machucado y torcido, posiblemente quebrado, sobre los labios morados y emitió un sonido que traspasó el cristal y que yo oí con claridad:

    Shhh, dijo y desapareció hacia un lado.

   Desde ese instante fatídico fui perdiendo gradualmente la visión, la audición y el habla y mi cabello, supongo, debe haber encanecido, pero lo que más me perturba es su imagen que me persigue hasta en los sueños.

                                                                         

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CIEGO, SORDO Y MUDO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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