BARRANCA ABAJO

  Después de innumerables fracasos amorosos se dijo: "Ya basta", y no buscó más el amor de su vida. De allí en más se dedicó a la bebida y rodó barranca abajo, y en la caída fue perdiendo el trabajo, los viejos amigos y también la dignidad. Un año más tarde, no encontrando changas ni de la más miserables, empezó a cartonear. Una noche, en un montón de desperdicios encontró una muñeca inflable y se la llevó a la casa sin otra intención que tirarla en la pila del reciclado plástico. Y así lo hizo, pero una noche de lluvia, antes que viniera el camión recolector de la cooperativa de reciclaje, se puso a beber solo. Viejas imágenes de amores pasados vinieron a perturbar sus pensamientos y rememorando los mejores momentos, le vinieron ganas de una hembra. Encapotado con piloto mugriento se zambulló en la pila del plástico en busca de la muñeca, revolvió y revolvió hasta dar con ella. La puso de remojo en agua enjabonada y la lavó con cuidado, después la secó con unos trapos viejos y la llevó a su pieza donde la extendió en la cama;  fue en ese momento que se acordó que no tenía inflador. ¿Y cómo habría de tenerlo si ni la bicicleta le había quedado cuando tuvo que vender casi todo para el vino y pagar la luz? Le echó una mirada a la muñeca desinflada y se dijo que infladita tal vez fuera apetecible. La dobló con cuidado y, bajo el torrencial, se acercó a la estación de servicio más cercana, pero el compresor solo funcionaba de día, le dijo el muchacho que atendía. Siguió adelante hasta dar con una que tenía una máquina para inflar neumáticos, por suerte se había acordado de llevar treinta pesos en monedas, pero encontrarle la vuelta para que le entrara aire a la muñeca le llevó los treinta pesos y bastante esfuerzo, y sobretodo inútil, porque la muñeca tenía siete pinchazos. 

                                                                        

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BARRANCA ABAJO por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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