VENTRÍLOCUO
Tal vez el ventrílocuo había estando bebiendo demasiado antes de la función, se pensó, porque en un dado momento los chistes que contaba a través del muñeco se estaban pasando y ya ofendían al público más que divertirlo. El muñeco se despatarraba sobre el regazo del ventrílocuo que, como hipnotizado, miraba al público con una cara de estúpido. Cuando los chistes empezaron a poner en dudas la virilidad de los hombres y a tacharlos de cornudos mansos y a las mujeres de putas de mierda, uno de los presentes se levantó de la silla y instó a parar ya con aquella payasada, o sino iba a ver, amenazó, pero las ofensas no pararon sino que aumentaron. El hombre, enfurecido, agarró la silla y la partió contra el piso y juntó del piso una pata que terminaba en una filosa punta, en seguida saltó al escenario. Mientras tanto, el ventrílocuo seguía como si nada. El hombre paseó la pata delante de los ojos, lo amenazó de muerte, pero como el ventrílocuo continuó con " además marica, encima cornudo", le clavó la pata en el pescuezo. El ventrílocuo cayó de lado y el muñeco un poco más allá mientras toda la gente, enardecida de odio, también trepó al escenario y agarró a patadas al ventrílocuo burlista que yacía inmóvil sobre el tablado. El muñeco, entretanto, esquivando patadas y cuerpos enfurecidos, se arrastró hasta llegar a los cortinados, donde se quedó acurrucado mientras el tumulto asesino continuaba masacrando el cadáver del ventrílocuo.
Creo que esta vez me pasé de la raya con este ventrílocuo, se dijo y en seguida se tapó la boca con las manos para que la risa no lo delatara.
Fin.
VENTRÍLOCUO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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