LAS COSAS POR SU NOMBRE

 El hermano siempre andaba detrás de ella, le encantaba amargarle las horas. Ella se cuidaba de no darle motivos pero a veces él la agarraba en un error y ahí ¡cuidate nena! La mayoría de las veces los errores se daban por cuenta de equivocaciones en el sentido de alguna palabra, momento en que él la corregía con sorna exagerada, y detrás le decía que había que llamar a las cosas por su nombre. En esos momentos ella se enfurecía, porque su hermano no la corregía con la intensión de instruirla, sino de hacerla pasar vergüenza. Pero un día, en que él andaba enamorado de una chica del colegio, en medio de una reunión familiar en el jardín de casa, ella lo sorprendió sentado al lado de los canteros de flores con una margarita en las manos, de la cual arrancaba pétalos tras pétalos mientras murmuraba algo por lo bajo. 

   ¿Qué estás haciendo?, le preguntó. 

   Deshojando una Margarita para saber si Isabel me quiere, respondió él. Entonces ella, advirtiendo un error, se vengó, diciéndole bien alto para que todos escucharan: 

   No se dice deshojar, marmota, se dice despetalar Margaritas, porque lo que le arrancas a la pobre flor, inútilmente, claro, porque ella no tiene la culpa de tu vaga ilusión de amor, no son hojas sino ¡PÉTALOS!, entiendes ¡PÉTALOS!, Y detrás le aclaró que hay que llamar a las cosas por su nombre.

                                                                                Fin. 

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LAS COSAS POR SU NOMBRE por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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