EL PERRO ROBOT
¡Qué triste la vida en Marte para un astronauta solitario!, se quejaba. Si al menos tuviera la compañía de una mascota, aunque fuera artificial. ¡Eso mismo!, exclamó, al acordarse de la chatarra espacial, a unos cuantos metros de la base. Y allá fue, y en varios viajes tenía los materiales necesarios para fabricar un perro robot. Tres días le llevó la empresa, pero ahí lo tenía a sus pies, moviendo mecánicamente la cola y emitiendo artificiales ladridos grabados. Todo fue de maravillas durante tres o cuatro horas hasta que el perro robot empezó a arañar la compuerta para salir al exterior.
¡No, Bobby!, no puedes salir, hace mucho calor, le advirtió. Pero el perro robot continuó insistiendo, y como el amo no le hiciera caso, levantó una pata trasera y largó un chorro de aceite que le enchastró el traje espacial.
¡Pero Bobby!, mira lo que me has hecho, lo amonestó, después le tiró un tornillo para que se entretuviera.
Toma, le dijo, y a ver si te quedas quieto.
EL PERRO ROBOT por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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