EL DILEMA DE LA MUJER SIN ROSTRO
¡Qué dilema!, se quejó. La hora ya se le venía encima y todavía no se decidía si ponerse la máscara de alegría o la de tristeza. Si optaba por la de alegría, se dijo que los parientes podían ofenderse, no que el difunto les resultase estimado, al contrario, como a todo el mundo, pero las costumbres los obligaba a actuar así; sin embargo, si se ponía la de tristeza, no molestarse consigo misma sería de una hipocresía sin tamaño. De manera que después de pensarlo bastante se dijo que no podía agradar a griegos y a troyanos al mismo tiempo, así que acudió al velatorio sin máscara, pero cual no fue la sorpresa al llegar y ver que la única que llevaba máscara era la viuda. Se había puesto la de tristeza, la muy falsa, después de todas las que le hizo el difunto.
Fin.
EL DILEMA DE LA MUJER SIN ROSTRO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
Comentarios
Publicar un comentario