SOLO EL RASTRO
El guardia en la entrada de la ciudad les gritó a los últimos de la fila:
¡Cuidado, dinosaurio a la vista! Todos dejaron caer los bultos que cargaban en la espalda y corrieron a la entrada, justo a tiempo cuando el saurio ya llegaba con la boca abierta y la lengua hambrienta.
¡Maldición, se me escaparon una vez más!, dijo la lagartija, llegando al hueco del hormiguero donde solo quedaba el rastro de ácido fórmico.
Fin.

SOLO EL RASTRO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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