SANTO REMEDIO

La madre siempre andaba diciendo que cuando muriera no quería que nadie la llorara, por más tristeza que su muerte causara. Pero no faltó el hijo y algún sobrino muy apegado a ella que no pudiendo reprimir la congoja se largara a llorar. La hija mayor en seguida les paró el carrito. 

   Vení, vos y vos también, les dijo a uno de los hermanos y a un tío por parte de padre, también difunto, levanten el cajón. Después, buscando con mirada urgente, vio a dos primos. 

   Y ustedes dos, corran los caballetes contra la pared esa. Cuando los primos hicieron lo que les pidió, los otros dos colocaron el cajón en el nuevo lugar. Después la vieron entrar en una pieza y en seguida salir cargando un tocadiscos. 

   Enchufalo ahí, vos, le dijo a una sobrinita y volvió a sumir en la pieza de donde emergió abrazando una pila de discos de cumbia un minuto después. A partir de ahí, santo remedio, nadie más lloró y la bailanta se extendió hasta la hora de llevar la difunta al cementerio. 

                                                                        Fin. 

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