OJOS QUE NO VEN...

Un ciego acordó una cita a ciegas con una mujer sin rostro, pero no redundaba en ningún problema, porque él solo quería una noche de sexo, lo único que podía vivir a pleno. Cuando ella llegó (él ya estaba en la cama, desnudo y a punto) la invitó que se sacara todo. 

   ¿Todo?, preguntó ella. 

   SÍ, todo, repitió él. 

   ¿Está seguro, usted?, volvió a insistir ella, como si no hubiera entendido bien su pedido. 

   Sí, todo, todo, reiteró él, para que la mujer entendiera bien. Entonces ella se sacó la colita que sujetaba su cabellera rubia, los zapatos, la pollera, la blusa y la ropa interior, luego miró al ciego, éste, haciendo como que la veía de verdad, insistió en que siguiera sacándose todo: 

  Dale, morocha, todo, sácate todo. Ella hizo un gesto desinteresado con la boca y obedeció, al final, el que paga también exige. De manera que continuó; se sentó al lado de hombre, se sacó la cabellera, el rostro, una pierna, luego la otra, un brazo y con el otro se sacó la piel, la carne, los órganos y por último sacudió el brazo que le quedaba, éste se desprendió y cayó junto al resto de su cuerpo. Cuando él la tomó en sus brazos le pareció que era demasiado flaca. Bueno, pensó, al final, ojos que no ven... 

                                                               Fin.

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OJOS QUE NO VEN... por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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