NEGRO DESPERTAR
Un ruido cercano la despertó, y con espanto vio su sombra al lado del lecho. Sin quitarle la vista de encima, soltó un grito apagado y llevó su mano derecha al cuello donde agarró el crucifijo de plata y rápidamente lo interpuso entre ambos, pero él apenas soltó una risita burlona. Ella, viendo que la cruz no le hacía efecto, manoteó el racimo de ajos que tenía en la mesita de luz y se lo arrojó encima. Él lo alcanzó en el aire Y se lo metió en un bolsillo, y volvió a reírse. Entonces ella intentó lo último que podía hacer, saltó de la cama, alcanzó la ventana y de un solo tirón arrancó la cortina. Los rayos de sol invadieron la habitación y dieron de lleno en la figura risueña de su marido, que acababa de llegar del trabajo.
Fin.

NEGRO DESPERTAR por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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