LA NOCHE EN QUE ME VI MUERTO
Balneario Camboriú
Estaba encerrado en aquel container que era mitad depósito de materiales y herramientas y mitad vivienda, haciendo dibujos geométricos (en esa época se me daba por ello) mientras fumaba un porro y bebía vodka barata con xarope de groselha. Después del expediente me pasaba horas en eso. Aquella noche posiblemente me habría pasado de la cuenta con los vicios, porque en un dado momento levanté la vista y bien delante de mis narices me vi finado dentro de un ataúd. Esa imagen irreal de mí mismo, como es natural, me abrumó tremendamente. Sin quitar la vista del alucinación espectral manoteé la bolsita con la marihuana, lo que quedaba del porro y la botella de vodka, y, pasando por un lado el ataúd, me dirigí a la puerta y salí de prisa. Afuera estaba frío. Revoleé todo hacia la negrura de la noche y me quedé acompañado del miedo que me produjo aquella locura. Cuando volví adentro unos minutos después, no sin antes espiar de lejos por la puerta que no había cerrado del todo y certificarme que la alucinación ya había desaparecido, me dije que debía parar con mis vicios. Por la mañana todo me pareció un mal sueño; así que busqué por los alrededores hasta dar con la bolsita, el toco del porro y la botella de vodka, al final para parar tenía toda la vida por delante. Después de aquello nunca más volví a verme muerto.
Fin.
LA NOCHE EN QUE ME VI MUERTO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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